[In English]
Surgimiento y Progresa del Cisma
Wycliffe y Hus
Una lista del los Papas y antipapas
El concilio de Constanza, fin del
Gran Cisma |
 |
El Gran Cisma de Occidente
(1378-1417)
y
El Novus Ordo
(1958-1997+)
Introducción por el P. Lucian Pulvermacher, O.F.M.
Cap.
Hacemos bien al estudiar cómo
los Católicos en el tiempo del Gran Cisma de Occidente, resolvieron
finalmente su problema concerniente al papado. Por 39 años trataron
de sacar un papa para todos los Católicos, y continuamente fallaron
en sus intentos, hasta que se unieron en el Concilio de Constanza.
Hay muchos puntos difíciles de fe y de leyes involucrados
en la elección del Papa en el Concilio de Constanza. Lo que
debemos notar es esto: con la ayuda de Dios, aquello que pareció
ser una situación imposible, finalmente fue solucionado. Debemos
dar gracias a Dios por conocer este evento en la historia, y de cómo
fue resuelto para gloria Suya y la salvación de almas.
Dios tiene sus eternos decretos. Él utliza, ambas
la buena y mala voluntad del hombre para alcanzar su último designio,
a saber, llenar el cielo de Santos. Por eso, mientras oramos por una solución
a nuestro problema presente, debemos hacer todo lo posible por reunir a
los Católicos para la elección del Papa.
El derecho y el deber de cooperar en la elección
del Papa recae en todos los Católicos en uso de razón, sin
excepción. No todos pueden participar en la votación, pero
todos pueden participar pidiéndole a Dios por Su especial asistencia
en el cumplimiento de tan grande tarea. Es para el más grande honor
y gloria de Dios y la salvación de las almas.
P. Lucian Pulvermacher, O.F.M. Cap.
July 15, 1997
HISTORIA DEL LA IGLESIA
La Historia Completa de la Iglesia Católica hasta
el Presente Día
Nihil Obstat:
Arthur J. Scanlan, S.T.D.
Censor Librorum
Imprimatur:
Patrick Cardinal Hayes
Archbishop of New York
May 20, 1930
Capítulo 3
El Gran Cisma de Occidente (1378-1417)
1. Surgimiento y Progresa del Cisma
El Cautiverio Babilónico fue seguido por el
Gran Cisma, el cual desbarató la unidad eclesiástica por
40 años y trajo innumerables desgracias sobre la Iglesia. Tras la
muerte de Gregorio XI (1378), los cardenales habían escogido a un
Papa italiano, Urbano VI. En ausencia de los Papas, Roma había decaído
rápidamente. Los cardenales franceses, que formaban mayoría
en el Sagrado Colegio, estaban inconformes con la ciudad y deseaban regresar
a Avignon, donde no habían basílicas dilapidadas ni palacios
arruinados; donde no habían tumultuosas turbas romanas ni fiebres
mortales; donde la vida era, en pocas palabras, más cómoda.
Urbano VI rehusó abandonar Roma y dio a entender, sin palabras dulces,
su dura resolución de reformar la corte Papal y derribar los lujos
de su vida; esto dio gran ofensa los cardenales. Desesperados de que de
lo contrario tendrían que escapar de la desolada ciudad y de la
ira del Pontífice, los cardenales franceses huyeron de Roma. Y,
reuniéndose en Fondi, en el Reino de Nápoles, declararon
inválida la elección de Urbano, con el argumento de que la
turba romana había rodeado al cónclave y amenazado a los
cardenales con la muerte, a menos que eligieran a un Papa romano o italiano.
Así, procedieron a otra elección, en donde resultó
(el 20 de Sept. de 1378) electo el Cardenal de Génova, quien se
llamó Clemente VII.
Entonces, los cardenales rebeldes escribieron a las cortes europeas
explicando sus acciones. Carlos V de Francia y toda la nación francesa,
así como Flandes, España y Escocia, inmediatamente reconocieron
a Clemente VII. Inglaterra y el Imperio, con las naciones del norte y del
este, y casi todas las Repúblicas italianas, se adhirieron a Urbano
VI. Bajo amenaza de Wenceslao (rey de los Romanos, hijo y sucesor de Carlos
VI), el Papa cismático huyó de Nápoles a Avignon donde,
bajo la protección de Francia, se estableció el Papado rival.
El cisma era ya un hecho logrado, y por 40 años la Cristiandad
fue tratada con el melancólico espectáculo de 2 y hasta 3
Papas rivales, cada uno demandando fidelidad. Fue la crisis más
peligrosa por la cual ha pasado la Iglesia. Ambos Papas declararon cruzadas,
uno en contra del otro. Cada uno de los Papas reclamaba el derecho de crear
cardenales y confirmar arzobispos, obispos y abades. De tal manera, que
habían 2 Colegios de Cardenales y en muchos lugares 2 demandantes
a altos puestos en la Iglesia. Cada Papa intentaba recaudar todas las rentas
eclesiásticas, y excomulgar al otro junto con todos sus seguidores.
Cuando Urbano VI murió en 1389, los cardenales romanos eligieron
a Bonifacio IX para que lo sucediera. Cinco años después,
Clemente VII murió en Avignon. El cisma pudo haberse sanado, pero
los cardenales franceses escogieron al español Pedro de Luna, quien
había sido una de las principales figuras en la elección
de Urbano VI. Se nombró a sí mismo Benedicto XIII. De todos
lados se escucharon voces demandando que se restaurara la unidad. La Universidad
de París, o mejor dicho, sus 2 profesores más prominentes,
Juan Gerson y Pedro d'Ailly, propusieron que se llamara a un Concilio General
para decidir entre los demandantes rivales. Muchos rehusaron aceptar esta
solución, afirmando acertadamente que el Papa era supremo en la
Iglesia y no podía ser juzgado por nadie. Pero, conforme la situación
empeoraba cada día, y como no se veía otra posibilidad, los
2 Colegios de Cardenales acordaron llamar un Concilio General. Se presentó
en Pisa en 1409, y fue grandemente atendido, especialmente por los de la
obediencia de Avignon. Después de declararse competente para juzgar
a los Papas rivales, los llamó a comparecer ante él para
el juicio. Ninguno de los Papas reconoció su autoridad, y ninguno
obedeció a sus llamamientos. Entonces los cardenales pronunciaron
la destitución de ambos, y eligieron a otro Papa, a Alejandro V,
de esta manera esperaban haber alcanzado la unión de la Cristiandad.
Pero ello sólo incrementó el escándalo, pues ninguno
de los Papas cedieron. Ahora habían 3 Papas, 3 Colegios de Cardenales,
en algunas diócesis habían 3 obispos rivales, y en algunas
Ordenes Religiosas habían 3 superiores rivales.
El Sínodo de Pisa no fue un Concilio Ecuménico;
nunca ha sido considerado como tal por la Iglesia. Fue, desde el principio,
como dice Pastor, un acto de rebelión contra el Papa, una negación
de la Primacía de San Pedro y la constitución monárquica
de la Iglesia. Fue el primer intento de poner en práctica las teorías
de Guillermo de Occam, Juan Gerson y de Pedro d'Ailly, en donde un Concilio
General es superior al Papa.
Alejandro V sobrevivió su elección solamente por 11 meses.
Los Cardenales pisanos, que tenían el apoyo de la mayor parte de
la Cristiandad, continuaron la línea pisana de Papas con la elección
del belicoso Cardenal Baldassare Cossa, quien tomó el nombre de
Juan XXIII.
Nota del Editor: En
este documento, toda referencia a Juan XXIII se refiere al Papa
cismático del sínodo de Pisa, cuyo "reino" abarcó
desde 1410-1417, y no al falso papa Juan XXIII del Siglo XX.
2. Wycliffe y Hus
A las dificultades de la Iglesia, también se
le agregó la herejía. Siempre que se difundían abusos
en contra de las enseñanzas morales y disciplinarias de la Iglesia,
se obtenía una pronta aceptación a errores en contra de las
verdades doctrinales, especialmente si se les cubría con el manto
de celo por reforma moral. El inglés John Wiclef y el bohemio Juan
Hus, fueron los principales heresiarcas de este período.
Wiclef nació en Yorkshire alrededor de 1324, estudió
en Oxford, y entró al sacerdocio. Adoptó abiertamente la
causa de Eduardo III, cuando éste rehusó pagar las cuotas
impuestas por la Santa Sede. Sus conferencias y sermones en contra del
poder temporal y las posesiones temporales de la Iglesia, fueron escandalosmente
aplaudidos. La Iglesia debe hacerse pobre una vez más -decía-,
como lo fue en los tiempos de los Apóstoles.
Las herejías de Wiclef incluían:
-
Atacar la doctrina Católica de la Transubstanciación
y la divina institución de la jerarquía, así como
las Indulgencias, la Confesión Auricular, la Extremaunción
y las Sagradas Ordenes.
-
La Biblia sola, sin la Tradición, era la única
regidora de la fe.
-
La Iglesia estaba compuesta sólo por los predestinados.
Las oraciones y los sacramentos solamente beneficiaban a los predestinados
y los pecados no podían dañarlos.
-
Ningún superior, temporal o eclesiástico, tenía
autoridad cuando se encontraba en el estado de pecado mortal.
Aquí tenemos al Calvinismo un siglo y medio antes
de Calvino.
Al principio Wiclef gozó del favor y la protección
de la corte inglesa y el parlamento; pero cuando la gente común
llevó a la práctica las enseñanzas del profesor de
Oxford, y se levantó en rebelión en contra de los ricos terratenientes,
rehusando obedecer a las autoridades seculares y eclesiásticas,
sus protectores se volvieron en contra suya. Sus enseñanzas heréticas
fueron condenadas por el Concilio de Londres (1382); y fue privado de su
puesto profesoral en Oxford por orden real. Murió dos años
después.
La alianza entre las casas reales de Inglaterra y Bohemia
--Ricardo II de Inglaterra se había casado con Ana, la hija del
Rey de Bohemia-- llevó a un incremento en las relaciones entre estos
países. De esta forma, las ideas de Wiclef entraron en Bohemia.
Y Juan, apellidado Hus (de su lugar de nacimiento, Husinec), profesor en
la Universidad de Praga, las abrazó entusiastamente. Tradujo
al checo la obra principal de Wiclef, el Trialogus, y ayudó a circularlo,
aún cuando en 1403 las autoridades eclesiásticas habían
condenado 45 de las proposiciones de Wiclef. Pero los errores de éste
los hizo suyos, excepto el rechazo de la doctrina de la Transubstanciación;
predicó, sin embargo, que la Sagrada Eucaristía debía
ser recibida por los fieles en ambas especies. Llamado a comparecer ante
Juan XXIII, Hus mandó a representantes en su lugar; a causa de esto,
se le pronunció la sentencia de excomunión (1411). Cuando
continuó propagando sus errores --una de sus frases favoritas era
la de que un Checo no podía enseñar nada falso-- e incitando
a sus compatriotas a la rebelión, las autoridades civiles y eclesiástics
tomaron medidas más vigorosas. Nos encontraremos con Hus otra vez
en el Concilio de Constanza.
3. El concilio de Constanza
--- Fin del Gran Cisma
Una lista de los Papas y antipapas, durante el Gran
Cisma, nos mostrará cómo estaban las cosas en el año
1414 cuando, a insistencias del Emperador Segismundo, Juan XXIII llamó
al Concilio de Constanza.
Romanos Pontífices |
Antipapas de Avignon |
Urbano VI, 1378-1389 |
Clemente VII, 1378-1394 |
Bonifacio IX, 1389-1404 |
Benedicto XIII, 1394-1415 |
Innocencio VII, 1404-1406 |
Línea del Concilio de Pisa |
Gregorio XII, 1406-1415 |
Alexandro V, 1409-1410 |
|
Juan XXIII, 1410-1417 |
Juan XXIII no sólo consintió a convocar al Concilio de Constanza,
sino también a asistirlo en persona, ya que tenía la esperanza
de que lo confirmaría como el Soberano Pontífice.
El Concilio de Constanza fuen uno de los más memorables en la
historia de la Iglesia. Fue en cierto sentido un congreso internacional.
Dieciocho mil eclesiásticos de todos los rangos tomaron parte en
él, aparte de los cientos de laicos de todas partes de Europa. Aunque
llamado principalmente con el propósito de terminar con el Cisma,
habían de tratarse otros 2 temas muy importantes: la herejía
de Juan Hus y la reforma de la Iglesia en su cabeza y sus miembros.
El caso del heresiarca Checo fue solucionado primero. A fin de poner
un alto a su agitación revolucionaria en Bohemia, Segismundo citó
a Hus para que se presentara ante el Concilio de Constanza, dándole
una promesa verbal de que podría regresar a salvo a Bohemia. El
documento escrito -el llamado "salvoconducto"- no era más que un
pasaporte, que no garantizaba la inviolabilidad de su persona. En el Concilio,
Hus rehusó retractarse de sus errores, entonces fue condenado como
hereje obstinado, y entregado al brazo secular. Fue quemado en la hoguera
el 6 de Julio de 1415: las sangrientas guerras Husitas, que devastaron
a Bohemia y partes de Alemania por casi dos décadas, fueron la consecuencia
de su ejecución.
Cuando Juan XXIII vio que eran ilusiorias sus esperanzas de ser reconocido
como Papa, huyó de la ciudad disfrazado de criado. Fue capturado,
regresado al Concilio y destituído. Gregorio XII, el verdadero Papa,
había prometido desde hace tiempo abdicar, y sí cumplió
con su promesa, pero primero declaró al Concilio verdadero y legítimo
mediante un acto solemne. Segismundo, quien había hecho todo lo
que estaba en supoder para persuadir a Benedicto XII, de la línea
de Avignon, a que abdicara, logró desligar a los españoles
de su causa. Acto seguido, el Concilio declaró su destitución
el 16 de Julio de 1417. Benedicto hizo caso omiso de la sentencia; y en
su rocoso Castillo de Peniscola se mantuvo obstinadamente en su posición
de ser reconocido como el único verdadero Papa, hasta que murió
en Nov. 29 de 1422, cuando tenía 92 años.
El siguiente paso del Concilio fue elegir un nuevo Pontífice.
La elección recayó en el Cardenal Otto Colonna, un romano,
que tomó el nombre de Martín V. Cuando el Concilio se dirigió
al asunto de la reforma, fue aparente de una vez que no se harían
reformas profundas. No había acuerdos en que si el Concilio o el
Papa era quien debía llevar a cabo las reformas; ni squiera había
un acuerdo en cuanto a qué reformas debían emprenderse. Finalmente,
la cuestión se dejó al Papa, quien prometió llamar
en 10 años a otro Concilio para reformar a la Iglesia. El Concilio
fue disuelto en mayo de 1418. El nuevo Papa aprobó "todo lo que
el Concilio había resuelto, como Concilio, en cuestiones de fe,"
expresamente rechazando los decretos de las sesiones 4 y 5, los cuales
habían declarado que el Concilio obtenía su autoridad inmediatamente
de Dios, y que aun el Papa estaba sujeto a él.
Martín V, fiel a su promesa, llamó a otro
Concilio General para reunirse en Basilea, en 1431; pero murió antes
de que comenzaran las sesiones. Eugenio IV (1431-1447) suprimió
al Concilio al final del año; pero éste último resistió
la supresión y continuó manteniendo sus juntas. El tema principal
que se le presentó fue el de la herejía Husita en Bohemia,
que finalmente resolvió haciendo un compromiso muy sensible (conocido
como el famoso Compactata) con el ala conservadora de los sectarios Bohemios.
Eugenio, viendo ahora que el Concilio estaba haciendo buen servicio a la
Iglesia, una vez más lo aprobó y lo declaró ecuménico.
No pasó mucho, sin embargo, cuando el Concilio entró en una
disputa con el Papa sobre la cuestión de autoridad. Cuando destituyó
al papa y eligió a Félix V -un antipapa y el último
en la historia de la Iglesia. (Nota del Editor: claro, hasta
el siglo 20), perdió el apoyo de la opinión pública
y el prestigio que había adquirido en sus admirables intentos de
reforma. De esta manera se renovó el cisma. En 1449 el Concilio
se sometió al Papa Nicolás V y se disolvió a sí
mismo. Esto acabó prácticamente con el período que
se conoce, en la historia de la Iglesia, como la "Epoca Conciliar." En
1459 el Papa Pío II prohibió toda apelación a un Concilio
General. Las mejores mentes de Europa reconocieron que lo que la Cristiandad
más necesitaba, era un "rejuvenecimiento espiritual"; y que su éxito
dependía en el liderazgo de la divinamente señalada cabeza
de la Cristiandad: el Papa.
Mientras el obstinado Concilio de Basilea estaba en sesión, Eugenio
IV convocó a otro Sínodo, que tuvo su apertura en 1438, y
transferido a Florencia el año siguiente. Este Concilio trajo una
unión temporal de las Iglesias del Este y de Occidente. Los Griegos
lo atendieron en grandes números; el mismo Emperador, Juan Paleologus,
estuvo presente con el Patriarca de Constantinopla. El principal promotor
de la reunión fue el erudito obispo griego, Bessarion de Nicea,
quien fue elevado al cardinalato.
Los griegos aceptaron el Filioque del Credo Latino
(Que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo) y la Primacía
del Papa, mientras que el Concilio permitió a los griegos retener
todos sus antiguos ritos y costumbres. Sólo el temor a los turcos
fue lo que persuadió al Emperador y a su Patriarca a viajar a Italia
y firmar los artículos de la reunión: esperaban que el Occidente
los ayudara en su cercana batalla contra Mahoma II. La reunión nunca
se llevó a la práctica. En 1453, Constantinopla cayó
en manos de los turcos. El Imperio griego dejó de existir. "Mejor
turcos que papistas," ha sido la respuesta de los griegos a cada avance
subsecuente de los Latinos.
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